miércoles, 3 de abril de 2013

Para que recuerdes el lago





Sólo el reflejo de lo que somos puede darnos la respuesta, una fotografía de muchas palabras dichas al azar. 
Un azar juguetón, casi en sus primeros años de vida, que explora, imagina y vive todo intensamente.
Simplemente es la respuesta, simplemente es una palabra.  La palabra que buscaba una tarde de verano sentada a la orilla de ese paisaje novelesco, casi como sacado de un relato de Isabel Allende en su selva amazónica pero no hay comparación, no hay ni una pizca de comparación cuando te sientas a su lado, miras el cielo azul, las nubes acercándose tan rápidamente que de pronto caen gotas del cielo, unas gotas rebeldes que no se pudieron contener. Yo tampoco me pude contener, también en mí habían nubes. 
Cuando los colores son irreales, demasiado nítidos, demasiado colores para unos ojos demasiado santiaguinos. El silencio demasiado silencio como para hablar, te veía, mientras el agua se expresaba vibrando, nuestros ojos se expresaban sintiendo. Un olor a tierra nos invadía, olor a pacha mama si lo pudiera describir, pero es indescriptible, eran nuestros olores. Un escalofrío se posó sobre mí un segundo y mi cuerpo tembló, hacía frío pero no era el viento sureño quien me hacía temblar, era esa mágica sensación que siente un día cuando te sientas al lado de esa persona que no sabes quién es y al cabo de un tiempo aunque no esté, está tan presente que ya es parte de ti, de tus manos, de tu aroma, de tus pensamientos, de tu piel, de tu vida y de tu propio azar. 
El agua nos devolvió lo que éramos, un reflejo de muchas cosas, cosas al azar, cosas inesperadas, éramos nosotros simplemente.


Tu Verónique