sábado, 23 de octubre de 2010

Para no olvidar

Ese día presintió que algo sucedería, el sueño de horas atrás cuando comenzaba la noche le dejó un sentimiento de aquellos que no se alejan y que están presentes hasta el momento en que se sabe la causa.
Al despertar, se sintió insegura, cambió su ropa tantas veces como se vió en el espejo y se encontró fea. El día estaba nublado y hacia frío, salió el sol por un instante y en su viaje pensó que iba muy abrigada pero no sabía que el día iba a seguir tan frío y con el mismo tono gris del principio.
Un instante bastó para que se desencadenara una situación que se le escapó de las manos y que nunca quizo que pasara. De ahí se mantuvo un silencio...
Lo veía, lo buscaba cuando no, lo observaba de reojo y a lo lejos, tenía ganas de hablarle, de abrazarlo, de besarlo pero el orgullo que recorría su cuerpo se lo impidió.
Sinitiéndose como una estúpida y haciendo algo que no quería pero que idiotamente hacía, salío del lugar que hasta hace poco le trae una sensación de frustración que la llena de rabia y de envidia, y es este último sentimiento le que la está carcomiendo por dentro sin saber por qué y es lo que ya no soporta. Trató un segundo de soslayarlo, respiró y miró a su alrededor pero ya era demasiado tarde. Las cosas iban mal y no sabía que luego irían peor.
Caminando en silencio cada uno absorto en su propio mundo seguían el camino que los llevaría hacia un lugar sin nombre. Quizo romper el silencio mas su cara le hizo suponer que nada serviría.
La tomó por el brazo y le ordenó sentarse a su lado en medio de su universo. Desde ahí sus palabras le hacían daño, sentía la inseguridad y el miedo que invade el cuerpo de quien está inválido contra el mundo.
Ese silencio que hubo entre los dos no hacía más que inquietarla. Necesitaba escucharlo decir lo que sentía, lo que quería, pero el silencio de él estaba inmutable. Ella decía palabras de disculpa inútiles, lamentaba sus pocas pensadas acciones y lo único que quería era que acabará ese mal sueño.
El viento hacía cantar los árboles y movía su pelo largo sobre su cara, sentía como el viento frío y en contra se le colaba por los huesos y de paso le rompía la mente y el corazón.
De pronto el silencio abundó y ella pensaba en todo para luego pensar en lo peor y volver a la situación. Lo miraba, quería ver sus ojos con otra expresión, necesitaba su mirada y su cuerpo junto al de ella. Tenía ganas de tocarlo, hacía el ademán pero se detenía en el acto. De vez en cuanto ya no daba más y le preguntaba preguntas sin respuestas, se sentía desesperada.
Fue como estar en el último segundo de su vida, revobinó en su mente todo lo que había vivido los úlitmos días, semanas y meses. Sintió pena y quizo llorar, pero evitaba las lágrimas y se quedaba con el nudo en la garganta.
De pronto el comenzó a hablar, decía cosas que le dolían en el alma. Le hablaba pausado y tranquilo, le decía probablemente lo que pensó en el silencio eterno de esa tarde fría de octubre. Ella escuchando silenciosa y mirando al vacío, ya no pudo contener sus lágrimas, sintió que todo se le iba, sintió el fin en las palabras de aquel ser a su lado, el que hizo una pausa mientras ella lloraba.
Recuerdo bien sus palabras, cada una de ellas. Comenzó lentamente y se mantuvo así, mientras sentía que el mundo se acababa de a poco. Sentí que en esa pausa me quitaban algo que nunca podría volver a recuperar, una de las mejores cosas que me han pasado en la vida, sentí que me quitaban la vida.
Sus últimas palabras casi llegando al silencio y con dificutad me devolvieron la vida y me hicieron llorar hasta más no poder. Lo abracé, lo acerqué a mí como nunca antes. De pronto a mi oído llegó la última frase que finalizó el silencio de esa tarde, a mi oído llegó el Te amo más hermoso y sincero que nunca haya escuchado.
Esas últimas palabras fueron para mí la vida devuelta en un segundo.



Véronique

sábado, 9 de octubre de 2010

La ventana de mis ojos


[Las cosas se ven desde una ventana diferente]

Una que mira hacia el horizonte rojo que se degrada hasta llegar al azul opaco y oscuro.
Con la luna mirando de cerca y una estrella acopañando la noche de días cálidos, llegan a mi nariz el aroma de las flores en primavera y el viento suave de octubre. De un octubre diferente y variante.

Y vuelo y veo el mundo desde arriba, desde lo alto de la vida. Desde ese punto fijo en el cielo que se mira cuando la palabras te las han sacado de la boca y han viajado a donde siempre quisiste que llegaran.
Hacia el mar azul de las viejas historias de amor, he llevado un susurro junto con el viento, y llegando suave y bajito hasta su oído, migro como las aves de la playa y busco rincones que nadie pueda encontrar.
Rozo el agua de olas en calma que acariciando el cabello enmarañado de una tarde de verano, va y viene, viene y va.
Humeda la arena de superficie tibia y en lo profundo fría como el invierno, se pega en la planta de sus pies y se queda ahí hasta la mañana siguiente.
Siento su piel cerca y camino... un camino sin límites.
Miro por la ventana y veo nuevamente el mundo, tout le monde, aquél que se desprende de las páginas rotas de un libro que pasó por mis manos y ahora se sienta en la penumbra para que lo lea a la luz de la luna. Cada noche busco y encuentro las palabras que nos dejaron, esas palabras que amo, esas inesperadas, esas que se escuchan con atención y las que caen sigilosamente por sus labios.

Sus palabras yo las conozco, yo las he escuchado, yo las siento... en mí.


Véronique

martes, 5 de octubre de 2010

Él

Las horas no acaban nunca por consumirse, no quieren acabarse, y se resisten y se alargan y son eternas dentro de nosotros.
Los hoy son para siempre, en tus rasgos descubrí mi última sonrisa, en tus manos encontré mi última caricia, en tí descubrí mi último comienzo y mi último final.

Él es la persona con quien decidí estar,
Él quien me llena el alma cada día,
Él quien me vive el sueño despierta,
Él quien me lleva al cielo y al infierno,
Él quien me hace llorar de felicidad,
Él a quien amo con intensidad.


Véronique