Ese día presintió que algo sucedería, el sueño de horas atrás cuando comenzaba la noche le dejó un sentimiento de aquellos que no se alejan y que están presentes hasta el momento en que se sabe la causa.
Al despertar, se sintió insegura, cambió su ropa tantas veces como se vió en el espejo y se encontró fea. El día estaba nublado y hacia frío, salió el sol por un instante y en su viaje pensó que iba muy abrigada pero no sabía que el día iba a seguir tan frío y con el mismo tono gris del principio.
Un instante bastó para que se desencadenara una situación que se le escapó de las manos y que nunca quizo que pasara. De ahí se mantuvo un silencio...
Lo veía, lo buscaba cuando no, lo observaba de reojo y a lo lejos, tenía ganas de hablarle, de abrazarlo, de besarlo pero el orgullo que recorría su cuerpo se lo impidió.
Sinitiéndose como una estúpida y haciendo algo que no quería pero que idiotamente hacía, salío del lugar que hasta hace poco le trae una sensación de frustración que la llena de rabia y de envidia, y es este último sentimiento le que la está carcomiendo por dentro sin saber por qué y es lo que ya no soporta. Trató un segundo de soslayarlo, respiró y miró a su alrededor pero ya era demasiado tarde. Las cosas iban mal y no sabía que luego irían peor.
Caminando en silencio cada uno absorto en su propio mundo seguían el camino que los llevaría hacia un lugar sin nombre. Quizo romper el silencio mas su cara le hizo suponer que nada serviría.
La tomó por el brazo y le ordenó sentarse a su lado en medio de su universo. Desde ahí sus palabras le hacían daño, sentía la inseguridad y el miedo que invade el cuerpo de quien está inválido contra el mundo.
Ese silencio que hubo entre los dos no hacía más que inquietarla. Necesitaba escucharlo decir lo que sentía, lo que quería, pero el silencio de él estaba inmutable. Ella decía palabras de disculpa inútiles, lamentaba sus pocas pensadas acciones y lo único que quería era que acabará ese mal sueño.
El viento hacía cantar los árboles y movía su pelo largo sobre su cara, sentía como el viento frío y en contra se le colaba por los huesos y de paso le rompía la mente y el corazón.
De pronto el silencio abundó y ella pensaba en todo para luego pensar en lo peor y volver a la situación. Lo miraba, quería ver sus ojos con otra expresión, necesitaba su mirada y su cuerpo junto al de ella. Tenía ganas de tocarlo, hacía el ademán pero se detenía en el acto. De vez en cuanto ya no daba más y le preguntaba preguntas sin respuestas, se sentía desesperada.
Fue como estar en el último segundo de su vida, revobinó en su mente todo lo que había vivido los úlitmos días, semanas y meses. Sintió pena y quizo llorar, pero evitaba las lágrimas y se quedaba con el nudo en la garganta.
De pronto el comenzó a hablar, decía cosas que le dolían en el alma. Le hablaba pausado y tranquilo, le decía probablemente lo que pensó en el silencio eterno de esa tarde fría de octubre. Ella escuchando silenciosa y mirando al vacío, ya no pudo contener sus lágrimas, sintió que todo se le iba, sintió el fin en las palabras de aquel ser a su lado, el que hizo una pausa mientras ella lloraba.
Recuerdo bien sus palabras, cada una de ellas. Comenzó lentamente y se mantuvo así, mientras sentía que el mundo se acababa de a poco. Sentí que en esa pausa me quitaban algo que nunca podría volver a recuperar, una de las mejores cosas que me han pasado en la vida, sentí que me quitaban la vida.
Sus últimas palabras casi llegando al silencio y con dificutad me devolvieron la vida y me hicieron llorar hasta más no poder. Lo abracé, lo acerqué a mí como nunca antes. De pronto a mi oído llegó la última frase que finalizó el silencio de esa tarde, a mi oído llegó el Te amo más hermoso y sincero que nunca haya escuchado.
Esas últimas palabras fueron para mí la vida devuelta en un segundo.
Al despertar, se sintió insegura, cambió su ropa tantas veces como se vió en el espejo y se encontró fea. El día estaba nublado y hacia frío, salió el sol por un instante y en su viaje pensó que iba muy abrigada pero no sabía que el día iba a seguir tan frío y con el mismo tono gris del principio.
Un instante bastó para que se desencadenara una situación que se le escapó de las manos y que nunca quizo que pasara. De ahí se mantuvo un silencio...
Lo veía, lo buscaba cuando no, lo observaba de reojo y a lo lejos, tenía ganas de hablarle, de abrazarlo, de besarlo pero el orgullo que recorría su cuerpo se lo impidió.
Sinitiéndose como una estúpida y haciendo algo que no quería pero que idiotamente hacía, salío del lugar que hasta hace poco le trae una sensación de frustración que la llena de rabia y de envidia, y es este último sentimiento le que la está carcomiendo por dentro sin saber por qué y es lo que ya no soporta. Trató un segundo de soslayarlo, respiró y miró a su alrededor pero ya era demasiado tarde. Las cosas iban mal y no sabía que luego irían peor.
Caminando en silencio cada uno absorto en su propio mundo seguían el camino que los llevaría hacia un lugar sin nombre. Quizo romper el silencio mas su cara le hizo suponer que nada serviría.
La tomó por el brazo y le ordenó sentarse a su lado en medio de su universo. Desde ahí sus palabras le hacían daño, sentía la inseguridad y el miedo que invade el cuerpo de quien está inválido contra el mundo.
Ese silencio que hubo entre los dos no hacía más que inquietarla. Necesitaba escucharlo decir lo que sentía, lo que quería, pero el silencio de él estaba inmutable. Ella decía palabras de disculpa inútiles, lamentaba sus pocas pensadas acciones y lo único que quería era que acabará ese mal sueño.
El viento hacía cantar los árboles y movía su pelo largo sobre su cara, sentía como el viento frío y en contra se le colaba por los huesos y de paso le rompía la mente y el corazón.
De pronto el silencio abundó y ella pensaba en todo para luego pensar en lo peor y volver a la situación. Lo miraba, quería ver sus ojos con otra expresión, necesitaba su mirada y su cuerpo junto al de ella. Tenía ganas de tocarlo, hacía el ademán pero se detenía en el acto. De vez en cuanto ya no daba más y le preguntaba preguntas sin respuestas, se sentía desesperada.
Fue como estar en el último segundo de su vida, revobinó en su mente todo lo que había vivido los úlitmos días, semanas y meses. Sintió pena y quizo llorar, pero evitaba las lágrimas y se quedaba con el nudo en la garganta.
De pronto el comenzó a hablar, decía cosas que le dolían en el alma. Le hablaba pausado y tranquilo, le decía probablemente lo que pensó en el silencio eterno de esa tarde fría de octubre. Ella escuchando silenciosa y mirando al vacío, ya no pudo contener sus lágrimas, sintió que todo se le iba, sintió el fin en las palabras de aquel ser a su lado, el que hizo una pausa mientras ella lloraba.
Recuerdo bien sus palabras, cada una de ellas. Comenzó lentamente y se mantuvo así, mientras sentía que el mundo se acababa de a poco. Sentí que en esa pausa me quitaban algo que nunca podría volver a recuperar, una de las mejores cosas que me han pasado en la vida, sentí que me quitaban la vida.
Sus últimas palabras casi llegando al silencio y con dificutad me devolvieron la vida y me hicieron llorar hasta más no poder. Lo abracé, lo acerqué a mí como nunca antes. De pronto a mi oído llegó la última frase que finalizó el silencio de esa tarde, a mi oído llegó el Te amo más hermoso y sincero que nunca haya escuchado.
Esas últimas palabras fueron para mí la vida devuelta en un segundo.
Véronique